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Investidura fallida ¿Y ahora qué? Reforma del art. 99 o aprender a negociar

Investidura fallida. Una vez más los políticos son incapaces de llegar a pactos o acuerdos para la formación de un nuevo Gobierno (y mucho menos a pactos de legislatura), mientras que otros partidos aparentemente próximos en lo ideológico ni se sientan a negociar. Este fenómeno merece como mínimo la calificación de «inmadurez democrática».

Nos recordaba hace poco Eduardo Madina en su excelente artículo «Contra la cultura del bloqueo», que el procedimiento de investidura para la elección del lehendakari o la lehendakari de Euskadi, impide normativamente las situaciones de bloqueo: «En la votación pública por llamamiento para la investidura, cuando hubiera más de un candidato a lehendakari, los parlamentarios, al ser llamados para la votación pública nominal, responderán con el nombre de uno de los candidatos, o bien declararán que se abstienen» (art. 165.11 del reglamento del Parlamento vasco). Como bien indica Madina, la clave es el «o bien declararán que se abstienen». Y prosigue: «El reglamento del Parlamento vasco anula la posibilidad de que una suma de formaciones incapaces de formar gobierno junten el número de escaños suficientes como para impedir que el país lo tenga. Es decir, anula la posibilidad de bloqueo institucional e impide la repetición electoral. Extirpa del juego político la opción -acariciada siempre por los políticos pequeños- de impedir que un país tenga Gobierno si no son ellos mismos quienes lo forman».

Otra buena regulación que deberíamos refrescar estos días es la de designación del Alcalde, y es que para la administración local la Ley no permite que puedan producirse situaciones de bloqueo de investidura. En efecto, el art. 196 de la LOREG dispone que si ningún concejal cabeza de lista obtiene la mayoría absoluta «es proclamado Alcalde el Concejal que encabece la lista que haya obtenido mayor número de votos populares en el correspondiente Municipio. En caso de empate se resolverá por sorteo». Este sistema tan simple se acerca sin embargo a la perfección (aunque a alguien le parezca ridículo lo del sorteo), y de facto impide que concluya la sesión constitutiva sin que de ella salga una persona por la puerta ya convertida en Alcalde o Alcaldesa.

Todo lo contrario ocurre, como bien sabemos, en la Constitución, cuyo art. 99.5 permite que se disuelvan las cámaras ante este tipo de situaciones de investidura fallida:»Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso». A día de hoy aún no se ha agotado dicho plazo, pero quizá sí las opciones de formación de Gobierno, lo cual nos lleva a unas más que probables nuevas elecciones que, de celebrarse seguramente en noviembre, serían los sextos comicios del año (repartidos en tres caros e interminables procesos electorales).

En fin. Conste que la culpa no es del artículo 99 sino de quienes permiten que la situación llegue hasta su referido último párrafo. Y es que este párrafo quinto es, en efecto, muy decepcionante, porque maneja la hipótesis de que se ha agotado el más que generoso margen de dos meses para que algún candidato se presente a la investidura con posibilidades de obtener la confianza del Congreso, generándose situaciones interminables de declaraciones, reproches, estrategias y política de salón… Y vuelta a empezar ante una muy probable nueva campaña electoral. Todo ello suena agotador ya a estas alturas del año y después de los aludidos cinco comicios. ¿Cuándo se van a poner a gestionar? Y es que, mientras tanto, los problemas de la sociedad, tales como el paro, la desigualdad social o la violencia de género, les aseguro que no se toman dos meses de parón ni de descanso alguno. De hecho lo normal es que, sin gestión, vayan a peor.

Si no madura la ya no tan joven democracia española sólo cabe modificar el aludido artículo 99 de la Constitución para así facilitar que la lista más votada sea la que gobierne. Porque está demostrado que nuestros políticos no saben llegar a acuerdos y dudo mucho que el escenario político actual, francamente fragmentado, dé pie en los próximos años a la obtención de una mayoría absoluta por parte de algún partido. Razón de más para aprender a negociar.

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