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El Cabanyal y la universidad

Es escandaloso, incoherente y dañino para la ciudad que el Ayuntamiento de València y la Generalitat premien con un apetecible y singular gran solar del Cabanyal a una gigante multinacional estadounidense de la enseñanza privada. Con la «operación Universidad Europea» disparan un tiro de gracia adicional a nuestra maltrecha universidad pública. Resulta incomprensible el apoyo de las fuerzas políticas «progresistas» y «nacionalistas» que recibe este nuevo ataque privatizador de saqueo de los bienes públicos y ciudadanos. La coartada de que sobre el papel se conservaría el régimen de propiedad pública sobre el suelo oculta la triste verdad de un uso y negocio privado y socialmente excluyente de dicho solar. En realidad se trata de una cesión privatizadora de unos terrenos de titularidad pública para fines lucrativos y socialmente elitistas durante el escalofriante plazo de 75 años.

Lo cierto es que no hay necesidad de recurrir a este tipo de privatización de los menguantes bienes públicos cuando muchos pequeños y medianos inversores, más nobles y más enraizados, están dispuestos a apostar por el futuro del Cabanyal. Esta política neoliberal de ceder el suelo público del Cabanyal-Canyamelar para la instalación del campus de la llamada Universidad Europea tendría nefastas consecuencias educativas, urbanísticas, financieras y sociales. Este proyecto de extractivismo social y económico entregaría a precio de saldo un valioso capital público de suelo urbanizable a un conglomerado empresarial extranjero, cuyo compromiso principal es la generación de plusvalías para sus accionistas anónimos en la bolsa de Nueva York. Este proyecto amputador de los bienes comunes de la ciudad nada tiene que ver con las necesidades de regeneración vecinal, autóctona y propia de un barrio marítimo valènciano deteriorado y amenazado. Este arriesgado «remedio-exprés» en manos de un gran capital foráneo choca con las posibilidades de una regeneración social y ambiental auto-centrada y justa del Cabanyal.

La empresa que opera bajo el rimbombante nombre de «Universidad Europea» en realidad tiene poco de universidad y nada de europea. Es parte del conglomerado educativo privado más grande del mundo y también es uno de los más cuestionados: Laureate Education, cuya sede se encuentra en la muy europea ciudad de Baltimore, Maryland, USA. Este emporio empresarial es la institución de enseñanza privada más grande de Estados Unidos, aunque tiene el 90% de sus estudiantes fuera de ese país y el 85% en países que Laureate califica etnocéntricamente como «en vías de desarrollo». En cuanto a la calidad de la enseñanza y a su labor investigadora, la Universidad Europea está muy por debajo de la Universitat de València y de la Politécnica de València según los rankings internacionales.

En su ceguera economicista, el consistorio valènciano parece querer reforzar una actividad lucrativa en su afán de fagocitar las universidades públicas. Este nuevo asalto sobre la Universidad pública sucede en el contexto de su progresivo desmantelamiento mediante su infra-financiación y su paulatina reconversión empresarial en «universidad-negocio». La universidad pública también es golpeada desde dentro al poner por delante las metas productivistas de competitividad económica a toda costa.

Las empresas universitarias del grupo Laureate actúan fuera del territorio USA en respuesta a las repetidas quejas judiciales y las denuncias ante los reguladores del fraude educativo de las universidades privadas estadounidenses. En respuesta Obama adoptó una legalidad mucho más restrictiva. La cadena informativa estadounidense CNBC decía en el 2016 de Laureate: «la empresa de educación privada busca blancos por todo el mundo. Con la reputación de las universidades privadas americanas por los suelos,una empresa ha encontrado la forma de esquivar las exigencias regulatorias de este país: operar principalmente en los mercados extranjeros»

Las autoridades valèncianas parecen obnubiladas por el síndrome de «Bienvenido Mr. Marshall» y no quieren enterarse de las críticas. En EE.UU, Brasil y Chile los campus de Laureate se han enfrentado a investigaciones gubernamentales, multas y procesos judiciales por fraude educativo(a pesar de acumular más de mil millones de beneficios en América Latina en el 2015). Numerosos ex-alumnos han denunciado la falsedad de su marketing publicitario y el hecho de que sus titulaciones carecen de gran valor credencialista para hacerse hueco en el mercado laboral. El aumento de las descalificaciones de sus universidades en EE.UU ha ido en paralelo a la sangría de matriculaciones.

El negocio global de Laureate no es solvente: ingresó 4,3 mil millones de dólares en el 2016 pero tiene acumulada una deuda de 4,7 mil millones. En el 2015 sus pérdidas económicas eran más de 300 millones de dólares y hace unas semanas Laureate salió a bolsa con un «Initial Public Offering» de acciones con unas bajadas de entre el 5% y el 8% lo que entraña bastantes riesgos. En suma, las condiciones del proyecto de la Universidad Europea en el Cabanyal son diabólicas: suelo público municipal a cambio de universidad-empresa socialmente excluyente y elitista, de dudosa calidad educativa y de alto riesgo financiero.

El modelo neo-liberal de negocios de Laureate sigue al pie de la letra «la Escuela de Chicago». Se basa en una maquinaria agresiva de publicidad y marketing (con la contratación promocional de figuras como Bill Clinton a cambio de 16 millones de dólares), con cursos digitales y presenciales orientados estrechamente al empleo en lugar del bien común y con unas matrículas muy caras. La actividad se orienta a la venta de servicios para sus universidades operando a través de personas jurídicas relacionadas. Una gran cantidad del dinero de estas contrataciones salen fuera del país donde opera.

¿Se opta por un barrio vivo y vibrante o solo se quiere estimular como sea la actividad económica a modo de parque temático hecho a la medida de visitantes ricos y no de su ciudadanía? ¿Quien puede desear una gran población flotante, un tejido económico de grandes empresas pero incapaz de favorecer una identidad comunitaria enraizada, que exprime y fagocita servicios públicos tan fundamentales como amenazados como es la enseñanza universitaria?.

Hasta ahora la recuperación del Cabanyal ha sido una de las historias más felices del «cambio valenciano». Por favor, no lo estropeemos con la «operación Universidad Europea».

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