No estamos locos

La destrucción del incendio de Tàrbena, en imágenes.

La destrucción del incendio de Tàrbena, en imágenes. / A. P. F.

Enrique Moltó

El incendio de Tàrbena ha vuelto a poner sobre la mesa por enésima vez que no se tienen las ideas claras en este tema. Y no, no me refiero solo a la clase política, me refiero al conjunto de la sociedad que se pronuncia con frases categóricas del tipo: “la montaña está sucia, los ecologistas no dejan hacer nada, los agricultores hacen quemas sin control, todo está más seco que nunca, los especuladores lo queman todo para recalificar, antes esto no pasaba, cada vez quedan menos bosques, etc. Todo son frases vacías y simplistas como cuando los partidos políticos se echan los trastos a la cabeza cuando se da uno de estos grandes incendios. Dirigentes que ya llevan casi un año al frente de la Generalitat, que han reducido el presupuesto en la lucha contra los incendios y que no han querido continuar con algunas buenas prácticas de gestión integral del medio agroforestal, que solo se estaban iniciando, como los planes Vall d’Ebo recupera-t, acusan al gobierno anterior de haber dejado crecer la masa forestal, favoreciendo así la propagación de los incendios, como si ese combustible se hubiese acumulado solo durante los últimos ocho años. Del mismo modo, los que hace solo diez meses estaban en el gobierno, y que no fueron capaces de abordar hasta el final el problema en su integridad, acusan a los recién llegados de la mala gestión y de su negacionismo en materia de cambio climático. Lo cierto es que este año, como el pasado, las quemas agrícolas estuvieron permitidas hasta que un gran incendio demostró que estaba todo demasiado seco, aunque no fuera verano, y se actuó, una vez más, a posteriori. También es cierto que la prohibición de quemas per se no soluciona nada y que los agricultores están obligados a deshacerse de los restos de poda y lo más cómodo y rápido siempre ha sido el fuego. No somos unos locos incendiarios, pero las mismas quemas que antes se veían perimetradas por los predominantes campos de cultivo y por ambientes en general menos combustibles, ahora se disparan a gran velocidad. Quemar los restos de poda supone sanear y eliminar combustible, pero no dudo en que hemos de ir a alternativas como el triturado, que suponen evitar riesgos de ignición y aprovechar la materia orgánica para el suelo, la generación de energía con biomasa, la obtención de virutas o pellets y alimento para el ganado. El problema es que es mucho más complicado y caro para el pequeño productor el triturado y que además lo hace depender de alguien que tenga un tractor lo suficientemente potente y pequeño como para meterse por nuestros estrechos bancales y que le deberá cobrar por su trabajo. Todo el mundo se sigue preocupando sobre todo por la ignición y por la extinción, pero creo que debemos insistir en la gestión agroforestal preventiva que evite propagaciones que antes no se daban.