P Con la vuelta de la democracia pareció que todos eran valencianistas.
R Todos. Y todos de izquierdas y demócratas de toda la vida. Ni mucho menos España se acostó franquista y se levantó demócrata. Por eso digo que la Transición no fue ni mucho menos modélica. Hubo mucha violencia y mucho miedo.
P Y demasiada política en torno a la lengua.
R En València todos eran filólogos. Tú puedes tener tus ideas pero la ciencia lingüística es intocable. Me parece que la lengua está viva y se pueden aceptar nuevas palabras pero la Acadèmia está para dictar qué es la lengua.
P ¿Fue la Llei d´Ús i Ensenyament un punto de inflexión?
R Sí. En la escuela no podías escribir en valenciano y esa introducción fue clave. Cuando era pequeña no me dejaban ni hablar en mi lengua. ¿Cómo teníamos que aprender? El niño habla lo que escucha hablar. Yo, cuando vivía en la Gran Vía de València, me conocían como «la xiqueta que parla valencià». Justo después de la guerra. He escuchado miles de veces eso de «háblame en cristiano». Es una España uniforme que durará mil años y que va más allá de la derecha o la izquierda. Un día crucé la calle Pascual y Genís en València por donde no debía y un guardia me multó con dos pesetas. Me exigió que le hablase en cristiano y como yo era una atrevida le dije que no sabía. Me dijo que por eso la multa ascendía a cinco pesetas. Al volver a casa le dije a mi madre que era más grave hablar en valenciano que no cruzar por donde debía. Cierto es que nunca vino a cobrar pero me llevé un buen susto. Con la Llei d´Ús se avanzó mucho pero «hi ha més per fer del què s´ha fet».
P ¿El Procés catalán le genera más ilusión que miedo o más miedo que ilusión?
R No lo veo claro. Creo que todos se han excedido y han acabado haciendo una interpretación desmedida. Han ido demasiado lejos.
